Por Sri Aurobindo
Vemos
entonces que desde el punto de vista psicológico -y el Yoga no es sino
psicología práctica- tenemos que a partir de la concepción de la Naturaleza, es
la autorrealización de Purusha a través de su Energía. Pero el movimiento de la
Naturaleza es doble, superior e inferior, o cómo podemos decidirnos a
denominarlo, divino o no divino. La distinción existe ciertamente solo para
fines prácticos; pues no hay nada que no sea divino, y en un criterio más vasto
resulta verbalmente ininteligible como la distinción entre natural y
supernatural, pues todas las cosas que existen son naturales. Todas las cosas están en la naturaleza y
todas las cosas están en Dios. Pero para
fines prácticos hay una distinción real.
La naturaleza inferior la que conocemos y somos y que debe seguir siendo tanto
como no varíe nuestra fe, actúa a través de la limitación y la división, es de
la naturaleza de la ignorancia y culmina
en la vida del ego; pero la Naturaleza superior, a la que aspiramos, actúa por
unificación y trascendencia de la limitación, es de la naturaleza del
conocimiento y culmina en la vida divina. El pasaje de lo inferior a lo
superior es el objetivo del Yoga, y este pasaje puede efectuarse mediante el
rechazo de lo inferior escapando hacia lo superior -el punto de vista ordinario-, o mediante la
transformación de lo inferior y su elevación a
la Naturaleza superior. Más bien este debe ser el objetivo del Yoga
Integral.
Nuestro
propósito en el Yoga es desterrar al ego limitado, que mira hacia fuera, y
entroniza a Dios en su lugar a nuestra parte divina, a nuestro yo superior,
como habitante rector de la naturaleza. Y esto significa primero, desheredar el
deseo y no aceptar más el goce del deseo como rectora motivación humana. La vida
espiritual sacará su sustento no del deseo sino de un goce puro y desinteresado
de la existencia esencial. Y no solo la naturaleza vital que está en nosotros,
cuyo sello es el deseo, sino también el ser mental, deben experimentar un nuevo
nacimiento y un cambio transfigurador. Deben desaparecer el pensamiento y
la inteligencia divididos, egoístas,
limitados e ignorantes, en su lugar debe fluir el juego perfecto de una
iluminación divina y sin sombras que culmine, al fin, en una Verdad- Conciencia
Natural y Autoexistente libre de una semiverdad que anda a tientas y de un
error tambaleante.
Deben
cesar nuestra voluntad y acción, confusas, impedidas, egocéntricas y
minimotivadas y dar cabida a la obra total de una fuerza velozmente poderosa,
lucidamente automática, divinamente movida
y guiada. En todos nuestros actos debe implantarse y activarse una
voluntad suprema, impersonal y decidida, en espontáneo e imperturbado unísono
con la voluntad de la Divinidad. El
juego superficial e insatisfactorio de nuestras débiles emociones egoístas debe
eliminarse revelándose en su lugar un corazón psíquico secreto, profundo y
vasto, en lo interior, que aguarde su hora detrás de aquellas, todos nuestros sentimientos
impelidos por este corazón interior en
donde mora la Divinidad se transmutaran en movimientos calmos e intensos de una
doble pasión del Amor Divino y el múltiple Ananda. Esta es la definición de una
humanidad divina o una raza supramental. Esta, no una energía exagerada ni
siquiera sublimada del intelecto y acción humanos, es el tipo de superhombre al
que reclamamos que evolucione mediante el Yoga.
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